Al final del confinamiento, se les preguntó sobre las actividades que realizaban con sus hijos durante el encierro, el tiempo de acceso a las pantallas antes y después de aquel periodo para padres e hijos, y la actitud de los progenitores ante el hecho de que los niños estuvieran expuestos a las pantallas.
También se confeccionó una lista estandarizada de vocabulario para indicar el número de palabras que el bebé entendía y/o decía al principio y al final del confinamiento para poder calcular cuántas había adquirido.
Cuanto más largo fue el confinamiento, mayor el tiempo que los bebés pasaron frente a las pantallas, así como en las familias con menos años de educación y en las que los padres declararon utilizar ellos mismos las pantallas durante más tiempo.
Los resultados sugieren que el aislamiento relativamente corto “no tuvo un impacto perjudicial en el lenguaje de los niños pequeños”, dijo uno de los autores del estudio Julien Mayor, de la Universidad de Oslo.
Sin embargo, “debemos ser cautos a la hora de asumir que esto se aplicaría durante tiempos normales o a encierros más largos, dadas las circunstancias extraordinarias a las que se enfrentaron los niños y sus padres en este tiempo”, agregó Natalia Kartushina, del mismo centro universitario.
Los autores consideran “tranquilizador” que, a pesar de haber aumentado la exposición a la pantalla durante el confinamiento, los niños aprendieran más palabras en ese periodo si se compara con antes de la pandemia y estiman que se debe “potencialmente” a otras actividades que los padres realizaron con sus hijos durante el encierro.