Joven dominicana narra calvario como miembro de banda los Trinitarios en España
Madrid.– “Ya no era un juego, no se trataba de drogas, alcohol y peleas, sino de algo peor: la muerte”. A los 12 años, Paula —nombre ficticio— entró en una banda latina buscando refugio, pero terminó ...
Madrid.– “Ya no era un juego, no se trataba de drogas, alcohol y peleas, sino de algo peor: la muerte”. A los 12 años, Paula —nombre ficticio— entró en una banda latina buscando refugio, pero terminó atrapada en la violencia. Su historia refleja la de muchos jóvenes que, tras vivir el infierno de las pandillas, hoy luchan por una segunda oportunidad.
Paula llegó a España desde República Dominicana con apenas diez años y la esperanza de que un nuevo comienzo sanara las heridas de un hogar roto. Pero la realidad fue distinta.
Las constantes peleas entre sus padres y el acoso escolar la hicieron sentirse sola y vulnerable. “Por eso decidí meterme en una banda juvenil, porque se presentaron como una familia”, cuenta.
Fue en una discoteca donde conoció a miembros de los Trinitarios. “Ellos controlan el lugar, a ellos los respetan”, le explicaron. Paula, sin saber lo que implicaba, se dejó llevar: “Nunca había escuchado lo que era una banda juvenil”.
Su vida se convirtió en una espiral de adrenalina, drogas y huidas de la policía. Aunque se sentía “especial” y “aceptada”, la violencia pronto escaló, y comenzó a vivir un infierno. “Perdí totalmente la libertad y me di cuenta de dónde realmente me había metido”.
El miedo la mantenía atada. Una relación con otro miembro de la banda la llevó aún más abajo: un “amor tóxico” marcado por los golpes, los celos y las amenazas. A los 14 años quedó embarazada, sin apoyo de nadie.
Optó por un aborto casero, una experiencia que la “destruyó emocionalmente”, como reconoce. Cayó en una espiral de pensamientos suicidas y comportamiento autodestructivo. “Por todo lo que había hecho, por haber nacido”, confiesa.
Reclutamiento cada vez más temprano
Las bandas latinas han evolucionado en España. Hoy no solo integran a jóvenes latinoamericanos, sino también a españoles de segunda y tercera generación, así como a menores de Europa del Este y África.
“Hay muchos españoles entre los miembros”, explica a EFE José Miguel Romero Parra, experto en grupos juveniles violentos de origen latino. La nacionalidad ha dejado de ser el factor principal. El verdadero origen del problema, según Ibón Domínguez, portavoz del sindicato Justicia Policial (JUPOL), está en la desigualdad, la desintegración familiar y la falta de oportunidades.
Grupos como Latin Kings, Ñetas, Trinitarios, Dominican Don’t Play (DDP), Baby Trinitarios o Forty Two replican estructuras del crimen organizado, con jerarquías definidas, control territorial y el uso de menores como “soldados de calle” para eludir la responsabilidad penal.
“Cuando tienes menos de 14 años eres inimputable. Las bandas lo saben y los usan sabiendo que no habrá consecuencias legales, por muy grave que sea el delito”, señala Romero Parra.
Un camino de regreso
Salir de una banda no es fácil. Reinventarse tampoco. Pero es posible.
El Ayuntamiento de Madrid impulsa programas como La Tribu del 12, que ofrece alternativas de ocio saludable para menores de entre 9 y 13 años, o Quiére-T mucho, dirigido a jóvenes hasta los 22.
También hay iniciativas como la ONG Gastronomía Solidaria, donde jóvenes pueden aprender un oficio y reconstruir su vida. Fundada en 2017 por el chef Chema de Isidro, trabaja con adolescentes a partir de los 16 años y se financia de forma independiente. Su lema es claro: “aprender haciendo”, con valores como la libertad, la disciplina y el compromiso.
El modelo ha sido replicado en países como El Salvador, Honduras o Senegal, y ha beneficiado ya a más de 6.000 jóvenes.
Mientras las bandas siguen captando menores, los expertos insisten: la clave está en la prevención. “La reinserción es fundamental”, afirma Romero Parra, “pero lo más importante es entender por qué un menor se siente atraído por estos grupos... y ofrecerle una alternativa real”.