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Internacionales

Jean Wyllys, El diputado gay que desafió la maquinaria de la mentira en Brasil

Insultos, humillaciones en público, agresiones, amenazas de muerte. La vida del exdiputado Jean Wyllys Santos, uno de los principales defensores de los derechos de la comunidad LGTBI en Brasil, se vol...

Redacción • August 7, 2025 8:08 am
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Insultos, humillaciones en público, agresiones, amenazas de muerte. La vida del exdiputado Jean Wyllys Santos, uno de los principales defensores de los derechos de la comunidad LGTBI en Brasil, se volvió insoportable cuando la maquinaria de mentiras montada por la extrema derecha se propuso aniquilar su imagen.

En Brasil, todo el mundo le conoce por su nombre de pila. Hace 20 años, Jean Wyllys se convirtió en una persona muy querida por el público tras ganar la edición brasileña de Gran Hermano, y esa popularidad le animaría después a dar el paso a la política.

Sus problemas comenzaron al entrar a la Cámara de los Diputados en 2011 en las filas del Partido Socialismo y Libertad (Psol), cuando su figura empezó a ser blanco de las mentiras.

Poco después de su debut como uno de los primeros diputados abiertamente gais de Brasil, el mismísimo Bolsonaro, entonces un legislador políticamente irrelevante y conocido apenas por sus exabruptos y su estilo grosero, lanzó el primer embuste contra Wyllys.

El ‘kit gay’

Bolsonaro quería desacreditar un programa contra la homofobia lanzado por el Gobierno de Dilma Rousseff en 2011. Para tal fin, acusó a Jean Wyllys de haber creado un ‘kit gay’ que se repartiría en las escuelas públicas para fomentar la homosexualidad entre los niños.

Aunque en realidad se trataba material pedagógico dirigido a docentes para concienciar en los derechos LGTBI, Bolsonaro intentó desacreditar esta iniciativa con todo tipo de mentiras, hasta llegar a afirmar que este material incluía juguetes sexuales y “biberones con pene”.

Sus falsedades corrieron como la pólvora y, sin que la prensa hiciera de filtro, Bolsonaro «creó un pánico moral» en una sociedad conservadora, puntualiza Jean Wyllys.

Esa fue solo la primera de las ‘fake news’, recuerda el exdiputado.

«El proceso de difamación digital fue creciendo a medida que yo ganaba relevancia en la escena política. Cuanto más actuaba en defensa de los derechos humanos, más crecía esa desinformación y de manera cada vez más organizada», cuenta.

Llegó al punto en que el entonces político tuvo que esquivar ciertos lugares públicos para evitar el acoso de los radicales; luego, acostumbrarse a vivir con escolta armada.

Acoso «a escala industrial»

La campaña de desinformación se intensificó en 2016, en el marco de lo que, según él, fue un proceso político más amplio contra la izquierda.

Fue clave el surgimiento del Movimiento Brasil Libre (MBL), un grupo neoliberal que ganó notoriedad en las protestas contra la presidenta Dilma Rousseff y que fue un catalizador del ascenso de la extrema derecha.

El MBL, sostiene, «sofisticó» las tácticas de difamación digital y les dio «escala industrial».

En ese momento comenzaron a hostigarle de manera directa: «Si yo iba a un restaurante, enviaban a quien estuviera más cerca para ir donde yo estaba a insultarme en persona, a reproducir las mentiras y grabar mi reacción».

Del ‘kit gay’ saltaron a una mentira «más feroz, más dolorosa»: le acusaron de promover la pederastia, cuando presentó un proyecto de ley que pretendía consagrar el matrimonio igualitario. Y la respuesta en la calle fue cada vez más agresiva.

Después de un mitin en Río de Janeiro, un grupo de cinco hombres persiguió a la carrera a Jean Wyllys y sus dos acompañantes, les lanzaron piedras amenazando con lincharlos. Lograron refugiarse en su automóvil mientras los agresores pateaban la carrocería. «Nos salvamos por suerte», dice.

El choque directo con Bolsonaro 

Bolsonaro llevó el acoso a Jean Wyllys a la Cámara de los Diputados. «Me encontraba en los pasillos y tenía una actitud violenta, me empujaba, me insultaba», relata.

En Brasil, país con más asesinatos de personas LGTBI (273 en 2024, según datos del Grupo Gay de Bahia), «esa violencia era naturalizada, servía para reírse», subraya el exdiputado.

La templanza de Jean Wyllys saltó por los aires el 17 de abril de 2016, durante la sesión de la Cámara de los Diputados en la que se votaba la apertura del juicio político que llevó a la destitución de Rousseff.

Al anunciar su voto, Bolsonaro rindió homenaje al militar que dirigió el centro de detención donde fue torturada Rousseff en los años setenta.

Jean Wyllys no contuvo su rabia y escupió en el rostro a Bolsonaro cuando este bajó de la tribuna. Fue sometido a un proceso disciplinario, pero se saldó con una advertencia.

«Lo hice no solo porque había dedicado su voto a un torturador, sino porque también me había insultado un minuto antes. Este insulto fue la gota que colmó el vaso», sostiene.

Tras ese episodio, el acoso en las redes y en la calle fue irrefrenable.

«Me aislaba en casa, vivía en una prisión privada, porque no podía ir a ningún sitio, no podía ir a la playa, no podía ir a restaurantes, no podía ir al cine. Los dos únicos lugares en los que me sentía más seguro eran el teatro y la biblioteca. Porque, curiosamente, son los lugares donde no van los fascistas».

El exilio 

A Jean Wyllys se le humedecen los ojos cuando recuerda el instante que lo cambió todo, en 2018: el asesinato de la concejala Marielle Franco, una compañera de partido y también activista de los derechos humanos. Según las investigaciones, el crimen fue encargado por un político rival y estuvo motivado por intereses económicos.

A partir de ese momento, el miedo de ser asesinado se volvió mucho más palpable. «No lo sabía, pero entré en un proceso de depresión. No conseguía salir de casa», rememora.

Entonces, la Cámara de los Diputados accedió a darle escolta. La primera vez que la había pedido, dos años antes, se la negaron. También solicitó el amparo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que instó al Estado brasileño a proteger su vida, pero el Gobierno de Michel Temer hizo oídos sordos.

«Ya había hecho 17 denuncias a la Policía Federal sobre las amenazas de muerte. Una decía que habían mapeado los puntos ciegos de las cámaras del Congreso Nacional, donde me podían atacar sin que los pudieran identificar… Y comenzaron a llegar las amenazas contra mis hermanas y contra mi madre».

Recibió fotos de la casa de su madre en Bahía y un mensaje diciendo que conocían los horarios a los que salían de casa sus hermanas, «que iban a decapitarlas».

«Entonces decidí que necesitaba salir (del país). Porque no se trataba sólo de mí. Si muriera yo, no pasaría nada. Pero otras personas podrían morir por mi causa».

De forma paralela, la campaña de difamación seguía su curso. Los hijos de Bolsonaro difundieron bulos que vinculaban a Jean Wyllys con el enfermo mental que apuñaló a su padre en la campaña de 2018. Fueron condenados por ello.

Cuando Bolsonaro llegó a la Presidencia, en 2019, Jean Wyllys abandonó su escaño y pasó cuatro años lejos de Brasil, con etapas en Estados Unidos, Alemania y España.

Volver a pesar del miedo 

Regresó al país en 2023 y ahora vive lejos de la política, refugiado en medio de una montaña de libros con los que cimenta la tesis doctoral en la que trabaja sobre las noticias falsas.

Libros de Hannah Arendt, ensayos sobre Donald Trump, o un ejemplar de ‘1984’ se amontonan en su mesa de trabajo y sobre el sofá de su modesto apartamento de una pieza. 

También tiene a mano su último libro, ‘Falsolatria’, en el que reflexiona sobre el culto a las falsedades.

«Necesitaba enfrentar el trauma, enfrentar los dolores y las consecuencias de esto en mi vida», explica.

Estos dos años no ha recibido amenazas directas, pero sigue teniendo miedo. Está en un programa de protección a defensores de derechos humanos, al que notifica todos sus movimientos.

En las redes sociales, prosigue su choque frontal contra el discurso de odio, recurriendo a veces a un lenguaje subido de tono, que le ha ocasionado una condena por difamar al MBL.

«No tengo cargo político ni lo quiero. Pero sigo en la escena para mostrar a esos canallas que no podemos recular, porque si salimos de escena completamente, habrán triunfado».