Muchos conocen el Día de Acción de Gracias o Thanksgiving Day, como una tradición exclusiva de Estados Unidos, sin embargo, República Dominicana, guarda un vínculo poco conocido con esta celebración.
Cada cuarto jueves de noviembre, el Día de Acción de Gracias evoca reflexiones sobre gratitud, valores y solidaridad. Su origen se remonta a 1621, cuando los colonos ingleses en América compartieron un banquete con los nativos Wampanoag para agradecer su primera cosecha exitosa tras un duro invierno. En Estados Unidos, la tradición incluye cenas familiares con pavo y guarniciones, además de actos solidarios como la donación de alimentos y el servicio en comedores comunitarios.
En República Dominicana, esta festividad fue establecida mediante la Ley 6038, promulgada hace 62 años. La normativa declara el cuarto jueves de noviembre como el “Día Nacional de Acción de Gracias y Oraciones”. Esta iniciativa legislativa, impulsada por la religiosidad predominante de los dominicanos en aquella época, buscaba instituir un día para la gratitud y la reflexión espiritual, en sintonía con otros países que celebran fechas similares, como Argentina, Brasil, Costa Rica y Filipinas.
A pesar de su carácter oficial, esta celebración ha quedado relegada al olvido entre la población. Recientemente, el dato resurgió en redes sociales, despertando sorpresa y generando debates. Muchos usuarios se mostraron intrigados por esta conexión cultural, mientras otros señalaron la ironía de cómo en el país se han adoptado con entusiasmo tradiciones extranjeras como el Black Friday o Halloween, ignorando este aspecto de su propia historia legislativa.
En este contexto, el Día Nacional de Acción de Gracias y Oraciones ofrece una oportunidad para reflexionar sobre nuestras raíces y valores. Aunque no cuenta con la misma relevancia que en Estados Unidos, este día puede ser un espacio para promover el agradecimiento, fortalecer los lazos familiares y fomentar actos solidarios.
Este redescubrimiento podría abrir las puertas a una mayor apreciación de la gratitud como un valor esencial en la sociedad dominicana, recuperando una tradición que, aunque oficial, ha permanecido en las sombras durante décadas.